Extracto de Una Vista a Boconó

La plaza Bolívar de Boconó.- (Opinión: Javier Rivero Valera)

La proximidad de la navidad me hace recordar la hermosa plaza que Boconó tuvo hasta 1963. En esa plaza aprendimos a patinar, con patines de 4 ruedas, en las misas de aguinaldos de las 4 de la madrugada; y, para “espantar el frío,” bebimos café caliente hecho en hornillas rústicas frente a la Iglesia de San Alejo. La plaza tenía apariencia de un bosque rectangular con abundantes pinos, cayenas, jazmines, muchas rosas, 4 chaguaramos y varios árboles de majestuosa presencia por su singular altura y por aquellos mechones de “ sensen” colgando como las barbas de los ancianos que inspiran sabiduría. Y un árbol de mamón mirando el frontispicio del teatro Boconó. Todo aquel paraíso vegetal estaba perfectamente enmarcado entre cuadrados y rectángulos de grama, sin rejas, delineados por avenidas con pisos de bellos mosaicos de estilo Romano o, mejor dicho, de estilo boconés, hechos por los artesanos del final de la calle Páez. Las avenidas hacían convergencia en el círculo central de la plaza con el podio que soportaba la estatua bipedeste de Simón Bolívar. Complementaba a aquel ambiente tan agradable la fragancia de un paraíso vegetal permanente, inducida por los pinos y las rosas, sublimada por el frío y la neblina con olor a páramo de la mañana o de la tarde, y musicalizada con el concierto permanente de gran variedad de pájaros, similar al Hyde Park de Londres o al Central Park de Nueva York, en miniatura.
La gente disfrutaba paseando por la plaza o, simplemente, se sentaba extasiada en los bancos revestidos de cerámica artesanal blanca, azul o bicolor. Esos bancos, especialmente el banco del mamón, fueron testigos del encuentro de amigos contemporáneos para hablar, hasta las 9 de la noche, de estudios, de base-ball, de poesía, de política, del futuro y de romance. Muchos de ellos realizaron sus sueños: Monseñor Juan María Leonardi, Ing. Juan Rivero; escritor y poeta Ednodio Quintero, Lic Héctor Velásquez, Lic Doria Rivero, Lic Félida Viloria, Dra. Nena Rivero, Lic. Jesús Quevedo, Prof. Lupercio Valera, Prof. Pastor Ortegano, Ing. Francisco Calderón, etcétera.
En la noche, particularmente los domingos, la plaza de Boconó era el centro de socialización con la “retreta del domingo”. Era un concierto especialmente presentado por la Banda Municipal dirigida por el profesor Giuseppe Carbonara, e integrada por jóvenes boconeses subyugados por la música como Henry Alarcón, Máximo Valera, Omar Perdomo, y otros más, que interpretaron “Endrina, Como llora una Estrella, Conticinio” y múltiples arreglos populares. Mientras tanto, y con la música como celestina, alrededor de la plaza la gente caminaba conversando, observando a las futuras parejas o actualizando el concepto de la moda.
De esa manera, la vida social del Boconó de la época pasó entre aquel excelente ambiente bucólico de la Plaza Bolívar, la Iglesia, el Liceo Dalla Costa, el Mercado Municipal y, ocasionalmente, el Club Centenario.
Hoy la plaza es otra cosa: no es ni la sombra de aquella plaza bucólica donde aprendí a patinar y que me hace recordar la Navidad y la imagen en miniatura del Hyde Park o el Kingston Park de Londres, el Retiro de Madrid o el Central Park de Nueva York. Ahora, representa un proyecto o, mejor dicho, un ensayo de proyecto interminable que despilfarra recursos económicos entre la improvisación y la contradicción de constantes e innecesarias modificaciones que atentan contra el urbanismo colonial, la armonía y el paisaje de Boconó. Es algo para llorar.
Creo que los tiempos cambian; algunas plazas también, pero el cambio deber ser bienvenido a través del mejoramiento continuo de las cosas, sin denigrar del pasado al buscar la autenticidad de la excelencia en el presente. Y Boconó merece lo mejor. Feliz Navidad.
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