
Los lugareños, antes de hacer algún trabajo cerca de los ríos, les hacen ofrendas de miche y chimó, para no molestarlos. Porque tienen poderes que pueden emplear para hacer el bien o el mal, según su capricho. Se cuenta de hombres que se vuelven locos cuando apresan a un Momoy para utilizar su magia. O que desaparecen de pronto.
Seguramente porque, sin saberlo, se enamoraron de una joven a la que algún Momoy le había puesto el ojo.
En una plaza de Boconó, hasta hace poco, la figura de piedra de un Momoy vigilaba severamente la salida del pueblo, cerca del trapiche.
Un día desapareció. A lo mejor se movió solo. A lo mejor otro Momoy se lo robó."
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