
La gente disfrutaba paseando por la plaza o, simplemente, se sentaba extasiada en los bancos revestidos de cerámica artesanal blanca, azul o bicolor. Esos bancos, especialmente el banco del mamón, fueron testigos del encuentro de amigos contemporáneos para hablar, hasta las 9 de la noche, de estudios, de base-ball, de poesía, de política, del futuro y de romance. Muchos de ellos realizaron sus sueños: Monseñor Juan María Leonardi, Ing. Juan Rivero; escritor y poeta Ednodio Quintero, Lic Héctor Velásquez, Lic Doria Rivero, Lic Félida Viloria, Dra. Nena Rivero, Lic. Jesús Quevedo, Prof. Lupercio Valera, Prof. Pastor Ortegano, Ing. Francisco Calderón, etcétera.
En la noche, particularmente los domingos, la plaza de Boconó era el centro de socialización con la “retreta del domingo”. Era un concierto especialmente presentado por la Banda Municipal dirigida por el profesor Giuseppe Carbonara, e integrada por jóvenes boconeses subyugados por la música como Henry Alarcón, Máximo Valera, Omar Perdomo, y otros más, que interpretaron “Endrina, Como llora una Estrella, Conticinio” y múltiples arreglos populares. Mientras tanto, y con la música como celestina, alrededor de la plaza la gente caminaba conversando, observando a las futuras parejas o actualizando el concepto de la moda.
De esa manera, la vida social del Boconó de la época pasó entre aquel excelente ambiente bucólico de la Plaza Bolívar, la Iglesia, el Liceo Dalla Costa, el Mercado Municipal y, ocasionalmente, el Club Centenario.
Hoy la plaza es otra cosa: no es ni la sombra de aquella plaza bucólica donde aprendí a patinar y que me hace recordar la Navidad y la imagen en miniatura del Hyde Park o el Kingston Park de Londres, el Retiro de Madrid o el Central Park de Nueva York. Ahora, representa un proyecto o, mejor dicho, un ensayo de proyecto interminable que despilfarra recursos económicos entre la improvisación y la contradicción de constantes e innecesarias modificaciones que atentan contra el urbanismo colonial, la armonía y el paisaje de Boconó. Es algo para llorar.
Creo que los tiempos cambian; algunas plazas también, pero el cambio deber ser bienvenido a través del mejoramiento continuo de las cosas, sin denigrar del pasado al buscar la autenticidad de la excelencia en el presente. Y Boconó merece lo mejor. Feliz Navidad.
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